UN DÍA EN LA VIDA DE UN PERRO con su snauer de alojamiento


carlino

Lula se convierte en la primera perra alojada con Snau en ser entrevistada por el equipo de redacción. La carlina nos cuenta cómo es un día con su snauer, Marta.

—Espero que esto quede entre nosotros, porque, aunque mi dueña es muy buena conmigo, los paseos que me da Marta, mi snauer son, bueno… Son bastante más largos. Pero esto mejor… No lo saques, que no quiero que se enfade —me cuenta Lula, una carlina de 2 años. Lula ha aceptado ser la primera perra entrevistada para una sección de entrevistas con perros que han utilizado el servicio de alojamiento de Snau.

La perra está sentada en una de las sillas de la redacción con un té caliente en la mesa. —Tengo la suerte de tener la genética de mi madre y aunque crezca, sigo teniendo cierto aire de cachorro. Por eso soy tan mona —dice para desviar el tema.

¿Cuán de largos son los paseos con tu snauer?, le pregunto con tenacidad periodística. La perra mira al suelo con sus ojos saltones y nerviosos. Está claro que le incomoda decir que el servicio de alojamiento de Snau es como estar en casa… Pero se lo pienso sacar igualmente.

—Pues, los paseos suelen durar más de 40 minutos —responde finalmente.

—Sí, lo normal es que todos los snauers den paseos largos.

—¿Ah, sí? —dice nerviosa.

—Bueno Lula, cuéntame un poco cómo es tu día a día cuando te quedas con Marta.

—Vale. Pues, cuando me quedo con mi snauer, ella suele venir a casa a recogerme. Mi dueña y Marta ya se conocieron antes por la página de Snau. Es una de las cosas que siempre dice que le gusta de dejarme con vosotros, que puede conocer con mucha antelación a la persona que se va a quedar conmigo. Además, tiene contacto por WhatsApp con Marta. De hecho, mi snauer suele mandarle fotos de mí para que vea que estoy bien y qué es lo que estoy haciendo.

Mi dueña se queda más tranquila porque pudo conocer a mi snauer antes del servicio y mantuvo contacto por WhatsApp en todo momento.

—¿Por dónde íbamos?… Ah sí, Marta. Mi snauer me recoge en casa y me lleva a su apartamento.

—¿Estás sola, o normalmente hay más perros en el apartamento?

—No, Marta solo me acoge a mí porque mi dueña le dijo que no quería que tuviera más perros en casa mientras yo me quedara con ella. Esa es otra cosa buena de los snauers. El dueño decide si le importa que haya más perros o no.

—¡Ese es el objetivo, que el dueño pueda personalizar el servicio para su perro! —Grita desde la otra punta de la oficina Tango, un teckel enano que pasa tantas horas en la redacción que ya se sabe nuestros slogans de memoria. Llega por la mañana, se tumba en la cama y nos mira mientras vamos de un lado para otro. De vez en cuando, comenta en voz alta algunas ideas para Facebook o para algún post y, la verdad, es que alguna idea brillante ha tenido.

—En general, muy bien —continúa la perra como si no hubiera oído al pequeño Tango. —No me gustaba la idea de ir a una residencia canina. Saber que no voy a estar en una jaula y que tengo a un humano enteramente a mi disposición me da mucha tranquilidad.

—¿Dirías que estar con tu snauer es como estar en casa, como estar con tu dueña?

Mi pregunta desencaja el rosto de Lula, que vuelve a coger el té, aunque la taza ya está prácticamente vacía y su poco contenido, frío.

—Bueno, a ver… Yo con Marta me llevo muy bien, somos como familia. Los snauers son amantes de los animales que se involucran mucho con el cuidado de los perros… Y es verdad que es maravilloso pasar tiempo con ella. Los paseos, las chuches, el cariño… pero, ejem… Mi dueña es mi dueña y no la cambio por nada. Escribe eso eh, que no quiero que luego se diga lo que no es… Y, si no te importa, yo me voy pirando ya, que tengo hora con el peluquero… Me voy a hacer… Unas mechas californianas, sí eso. Unas californianas, que el verano está a la vuelta de la esquina.

Mientras Lula sale por la puerta de la oficina pienso en por qué todos los perros se ponen tan nerviosos al hablar sobre lo bien que están con otras personas que no son sus dueños. Creo que sienten como si les engañaran o algo así.

—Es una cuestión de evolución, creo yo —me comenta Tango tumbado desde su cama. —Estamos genéticamente diseñados para amaros hasta el fin de los tiempos y, a veces, eso puede ser confuso…

 


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